Skip to content

Imposibilidades biológicas

Se dice que revivir a los organismos muertos es una improbabilidad. No es que los humanos lo estemos, o al menos no clínicamente. Y si es que hay un impedimento de índole orgánico, nuestras extremidades superiores reaccionan con estímulos tecnológicos. Basta estar conectados a una red o mover los dedos en un teclado táctil para saber lo que sucede en el mundo. Solo hay que desplazar las noticias en la pantalla, hacia abajo, de manera infinita.

Quizás nuestro corazón bombea sangre de manera aislada. Emite latidos a través de un mecanismo artificial que el cerebro no detecta. Existe la probabilidad de que haya dejado de recibir sus señales emotivas y de crear empatía en sus centros afectivos.

Pero no estamos muertos, no.

Nos convertimos en imposibilidad biológica, tal vez.

Loading
Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.
Ilustrador. Enrique Cedillo (Cd. de México, 1985). Pintor, ilustrador y arquitecto mexicano. Su obra ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas. Como ilustrador, su trabajo más reciente es “Libro (Bucólico/Citadino/Idílico/Infernal)” de la poeta ENE. Ha participado en diversos proyectos como director de arte, y en 2013 dirigió su primer cortometraje junto a Alfonso Ortiz: “Misantropía”, protagonizado por Mario Iván Martínez. Conduce el programa de arte y cultura Violenta Nocturna en radio por Internet.
Anterior
Siguiente

No pares, ¡sigue leyendo!

Reptil

Carnada

Si esperabas resistencia, no la hay. Me usaste de carnada para cumplir con tus caprichos y abusando de mi torpeza me has convertido…

Buena estrella

Comodidad

Karina es una de esas personas que nació con estrella. Buena en todo lo que se proponía se constituyó como artista y diseñadora…

Consejos a una muchacha que se escapa

Pena
Cuando la lluvia se te enrede en las botas como alas y meteoros no desistas. Tampoco temas de la luna aplastante que se yergue a tus espaldas, ni a las temerosas brisas que se enrojecen como lenguas extranjeras. Ni al temor de las piernas cuando el miedo agita sus banderas terribles, ni al ocaso y sus colmillos despuntando en tu cara los instintos.
Volver arriba