Amanece en color sentencia de muerte: oliendo a madre agonizante de aflicción y familia y amigos avergonzados.
Quedó por ahí, una noche rancia que enrojeció en tono de niña violada hasta morir, arrebatada de su pudor.
Para el sentenciado fue castigo, tormento en la madre y, en otros, deshonra. Pero para la niña fue todo, porque muerta ni pena puede ya sentir.
Así fue la historia de alguien que trabajosamente se esforzó por amar.
