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Mein Gott

—¡Mein Gott!—me decía— ¡Mein Gott!

¡Qué desagradable mujer! Ah, pero cómo la amaba. Nada me hacía más feliz que saber que no sería de nadie más sino mía. Su pedantería y fantochez, su rictus infranqueable, el inconfundible aroma de sus perfumes baratos. Todo aquello que cualquiera repudiaría combinado en una única y solitaria mujer que Dios había puesto delante de mí para mi disfrute. Todo aquello y más. Y por si no bastaran su terrible apariencia y personalidad, mi mujer se creía alemana, y a la menor provocación arrojaba las únicas dos palabras germánicas que conocía:

—¡Mein Gott! ¡Mein Gott!

Lo dijo cuando nos conocimos:

—¡Mein Gott! Mucho gusto.

Y lo dijo la primera vez que hicimos el amor:

—¡Mein Gott! Tengo que irme.

Su carácter era una especie de aceite espeso que engrasaba la maquinaria de mi pecho: un aceite pesado, denso, capaz de soportar el calor de mi deseo por ella.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”.

No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas.

Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.

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