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Migración

Nadamos profundo envueltos en las olas de petróleo. El agua espesa nos cobijó en un inmenso mar oculto, dejando al descubierto el temor de los sentidos. ¿Hacia dónde nadas cuando no puedes ver?

Miedo, incertidumbre, una presión insoportable en el pecho y desesperación por no poder respirar. Somos dos peces perdidos en un destino impreciso; la diferencia es que mis ojos son más grandes y brillantes, atentos a la más mínima señal de libertad. Los tuyos, en cambio, están menos despiertos y temerosos. Las probabilidades de que perdamos el rumbo, de que tú navegues hacia el sur mientras yo muevo mis aletas mar adentro, empiezan a ser infinitas.

Dejaré que la corriente se encargue de mí, te veré flotar sin esperanzas ni regreso. Esta vez no morderé el anzuelo; si la decisión del mar es que debemos separarnos, preciso confiar en mis instintos y permitir que la marea se adueñe de mi alma fría y escamada.

Tal vez, en otro océano más claro, nos volvamos a encontrar.

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris.

La Avinchuela mágica.

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Escribo de lo que no es aún, mientras el ayer queda cautivo en la lágrima incipiente de todos los días muertos. Pienso en…

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