Mis manos han vivido más que yo. En ellas deposito mi confianza. ¿Si no fue con manos expertas, con qué?/El demiurgo nos moldeó. Recoges la flor hermosa de temblorosos llantos. Entre tus manos la tomas y alzándola dices: «Se abren los pétalos, dejando al descubierto el núcleo de su majestad flor/Porque confían plenamente en la bondad del sol». Si llegara a picarte una abeja el dedo, ¡muérdetelo! Que no te duela que lo tengas inerte. Tras la parábola del arcoíris corre/Donde los dedos del demiurgo chapotearon alegres para darnos color.
