Eran otros tiempos, o quizá fue que yo era otra; ser vivo entre los vivos, llama fatua queriendo vivir a costa de lo que fuera.
Los días eran insuficientes, las noches demasiado cortas. Se trataba de nunca dormir para jamas tener que despertar.
Vivir sin sosiego edificios y calles, en coche o en metro, llena de ebriedad, colmada de fiebre por andar sin fin: quería conocer todos los callejones, brincar de todas las ventanas. Subir y bajar todas las escaleras, tocar y ser tocada por todos los cuerpos. Acabar con con el duelo de nacer.
¡No te detengas, no te detengas! ¡No pienses! Sigue, sigue hasta la próxima esquina y dóblala mil veces, siempre habrá una banqueta, un faro, un bar o un putero, una vecindad. Repítete hasta la locura: yo soy la ciudad, yo soy la ciudad, yo soy, yo soy, yo yo yo…