Sí, quiero recordarla como una mujer de cabellos largos y lacios, recogidos como gajos de mar momentos antes de un temporal. Una dama de rostro angulado y piel tersa, rubicunda como una nube a la muerte del sol. Su piel de arena y el cuerpo poderoso y ágil, gracioso aunque con porte, como el de un caballo que a galope imprime sus cascos sobre un suelo de sal. Si pudiera describirla tal como la recuerdo y no como insisten los médicos que me tratan, diría que esa mujer abrió su corazón para entregarme el canto de mil pájaros, el amanecer, la noche y las cuatro estaciones en un solo instante, y no como esa que con imaginación delirante se abrió el pecho el día en que la sorprendí besando otros labios, tocando un continente que no era el mío.
Ilustradora. Vendedora de sueños, trompetista en el circo de la mariposa, a veces maga. También pinta y hace flan.
Fuego blanco
Te sientes como abandonado. Te desespera. Te quedas con la sensación de haber dicho todo pero sin darte a entender. Como si hubieras…
Ventura
Lo vi desde mis mañanas de niña iridiscente. Tendrá los días exactos, las manos amables, el abrazo etéreo. Va a oler a lo…
¿Qué hora es?
¿Qué hora es? Me pregunta el señor al lado mío. Las doce menos cuarto, le respondo. El señor parece un poco angustiado, lo…
La prueba de amor
Nunca me lo diste y lo sigo esperando, entre malas caricias y besos ojetes. Tuve hambre muchas veces y te pedí jadeando algo…