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Reírse a la cara

Frente al espejo, todo puede salir mal. Puede, porque hay espacio. Lo respetable del error es verme a la cara. Y ahí, de frente a mí misma, sólo queda verme. Verme y decir: hay error y hay juego. Hay una cara que está frente a mí y que la muestro. Porque es mía, porque es cara. Porque soy yo.

Sin sumisión posible frente al espejo.

Una belleza desnuda y desvergonzada hasta el gozo. Y reírme de esa cara con esa cara. Reírse.

Encontrar la arruga más cómoda y la más incómoda. El granito de grasa que recuerda una adolescencia que no cesa de terminar. Ver el poro abierto que es un pozo que lleva a lagos ocultos. El cerebro que está detrás de las córneas. El corazón que se asoma por las mejillas. La nariz chueca llena de aire.

Todos los órganos tienen una ventana en la cara. Todo mi cuerpo es rostro.

Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.

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