Una alemana de mediana edad, robusta, vestida de provincia, corre alegre y desesperadamente mientras un pin de bolos gigante la alcanza y la azota contra el agua. Sus compañeros de equipo saltan como si un balón pegara en el palo dejando ver atrás la colorida escenografía al aire libre.
…
No recuerdo siquiera el nombre. Fue algo inédito. Tristemente los creadores del videojuego olvidaron dejar una salida obvia o difícil a la escena. Quizás no podían. Así esta frustró a algunos adolescentes porque finalmente no muchos más compraron el cartucho a partir de tal fama.
…
El escondite japonés que nunca se concretó y cuya experiencia más cercana prefiero obviar. Un salto por un balcón alto y romper el piso a partir de mi repentina sólida corporeidad. Una mueca imposible ante el que denotaba poder. La famosa escena del tranvía (al menos reducida a un autobús) en donde saco de la manga una preparada frase mientras miro fijamente a los ojos a mi interlocutora.
…
Vuelvo a sentarme. Analizo cómo tantos intentos reales e imaginativos han desembocado en tal desencanto de realidad y un poco de encierro.
También pienso que no hubiera podido ser de otro modo. Intentando -o compitiendo por- no perder el hilo, miro hacia la ventana en donde sin esfuerzo pasan las nubes de una despejada tarde caleña. Pienso cómo han pasado los años. Y tras la pausa vuelvo a tomar el control.