Cada día una batalla en donde las
treguas son sólo unas pocas horas de sueño.
Leonora Alonso
Si en la tregua se derramara todo el amor que es posible encontrar en ese momento… La sed saciada con esas cuantas gotas que son agua infinita.
¡Qué importa lo demás! Interrogante y exclamación juntas y llenas.
Llegar al final del día sólo para comenzarlo de nuevo es casi un desvarío. Pero en ese «casi» se salva aquello que ya no tuvo tiempo de ser. Ese casi es futuro que recomienza, el sol que sale aunque no salga y el día que viene otra vez. Y es esa batalla renovada, y con ella las fuerzas sacadas hasta por debajo de las piedras. Fuerzas que eventualmente se disfrazan de ganas que llegan hasta esta noche que los encuentra a ellos dos, cobijados bajo un nosotros tan suyo, tan de esperanza, tan de casi se acaba el día pero queda mañana.
En la tregua del fin del día se derrama el amor que crece para mañana, para el día nuevo, para el vigor de la vida que no cesa de vivir. La tregua de reposar la cabeza, cerrar los ojos y esperar que el día vuelva.