Arrancarme la carne y dejar que la sangre fluya y se meta en cada alcantarilla que se atraviesa. Dejar que se mezcle con el agua sucia, que se la coma el sol y se la lleve la distancia. Dejar que caiga encima de los rostros de aquel que te viola y te maltrata, quemarle la cara con mal augurio y punzarle los ojos con el dolor de las uñas. Callarle la voz con el ácido del desprecio, prenderle fuego con el alcohol de las venas. Dejarle más perdido de lo que se encuentra, darle dolor merecido. Desatar palabras incongruentes en las uniones ininteligibles. Acabar con el odio con el doble del mismo. Perder la razón y arrebatársela de ocasión. Dar la muerte por causar la del dolor. Perder la sangre para confundir al temor. Dejar el vicio en el aire para que tropiece con la perdición.
Arrebatarme de este lugar para envolverte con la piel que no tienes, darte mis nudillos para defenderte, mis ojos para advertirte, mi insípida razón para evitar extinguirte.