Uno.
Todos esos carros de carreras a contracorriente de mi atención… fuuuuuuuuuuuummm, uno, otro, cuatro, seis, todos. Uno tras otro en una trayectoria lineal casi perfecta, donde cada uno intuye que la combinación distancia/tiempo hará de una milésima de segundo una barrera más que romper. Apago la televisión, me asomo a la ventana, pasa un carro: una pareja de enamorados se despide. Mis ojos se entibian. El aire, la bocanada de calor, el olor a neumático, los toldos a ras de ese sol. Tu nariz en mi cuello, mi cabello huidizo de tu olor; todo, otra vez todo vuelve a mí como si las noches sin vernos hubieran sido olvidadas, por ti o por mí, por ambos.
Dos.
El campo abierto, los globos volando, mi pie a punto de entrar en una de esas canastas. Son apenas las 7 y la perspectiva cartesiana está por comenzar. Dejas de ser el centro, me da miedo volar.