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Agustín

Era la primera vez que meditaba. Andrea me había dicho que lo necesitaba, que calmaría mi insomnio y mi mal genio. Me dijo, después de varios meses de insistir, que si no lo intentaba se iría de la casa porque quería paz.

Entonces estoy aquí. Frente a esta maestra amiga suya, que es muy guapa, intentando concentrarme en cualquier cosa que no sean sus tetas, que son enormes.

Cierro los ojos e intento seguir sus palabras, tiene una voz cálida… hasta dulce…

¡Cómo tengo ganas de quitarle el brasier! Besarle los pezones, chuparlos hasta que le queden rojos y duros. Respiro profundo y estoy angustiado.

Regreso a la música y a ella. Siento un calor intenso en la espalda, sudo mucho. Veo a un hombrecito verde, feliz, en paz. Sé que soy ese hombre y que soy así gracias al susurro suave de esta mujer, a su cuerpo bello, a algo que emana de ella.

Ahora tengo ocupadas las noches del lunes, miércoles y viernes. En un mundo lleno de pájaros hay un hombre que persigue una voz a la que ama intensamente y es feliz.

Andrea está contenta. Dice que por fin duermo bien.

 

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Ilustradora. Conejo con disfraz humano; el disfraz se dedica a comer, dormir y cagar. Como actividad extracurricular hace teatro, danza, yoga, escribe y pinta… Pero el conejo Randy sólo tiene dos preocupaciones en la vida: que no se acabe el agua y que no se extingan las abejas. Por lo demás, sabe del apocalipsis venidero y lo toma con la mejor filosofía taoísta: aprender a desaprender, guardar silencio y esperar.

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No somos hombre ni animales

Primero fue el texto

No somos hombres ni animales, no se podría decir que nos defendemos. El valor del hombre no es demasiado firme cuando no sabe…

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