Empaquetado en una saturada capa de acontecimientos poco apocalípticos y más bien parcos, grises y desmotivantes, me siento fortuitamente frente a la luz de una vela.
Al tener tanto background innecesario, viendo fijamente la vela, se viene a mi mente una idea como un instinto, como una necesidad.
Quiero ser yo mismo en el centro de la luz de aquella vela, pienso (¿o siento?).
Quiero vivir esa intensidad total del núcleo de su luz sin dejar de ser consciente.
¿Y qué hay de los demás?
Quiero ser esa luz y que esa luz sean todos, quiero que no se pierda nada, que nada se quede por fuera. Que en el momento en que todos seamos todo, esté lo bueno y lo malo, el todo, y que por ese mismo hecho al final lo malo sea lo bueno.
Y que así no quede nada malo por decir.