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Vergüenza familiar

I

Mi padre nos mira un tanto avergonzado, como si le hubiéramos fallado todos y cada uno de nosotros cinco, sus hijos, sus quintillizos. Puedo imaginarlo colocándonos en el mismo costal, uno sobre otro, para decirnos: «No me lo esperaba de ustedes» y arrojarnos lejos con justa razón. Pero mi padre no habla, al menos por ahora.

II

«Este de aquí es su padre», nos dijeron nuestros tíos y nuestra madre el día que regresó a casa después de trabajar fuera de la ciudad por dos o tres años, pero nos hicimos los desentendidos como parte de una broma. «Son igualitos. Miren nada más el rojo de su piel y sus cabellos, la mirada distraída», insistieron todos, pero estábamos obstinados en nuestro plan. Él, por otro lado, nos miraba apenadísimo, como si no pudiera esperar a irse de nuevo. «No se preocupe, señor, seguro se trata de un error», le dijimos al unísono.

No se le ha quitado lo sonrojado desde entonces.

III

Nunca ha podido tolerar una broma. Es culpa de esa tonta idea de la autoridad en la familia. Si no tuviera que mandarnos, probablemente podríamos platicar de cualquier cosa, pero su boca es una puerta cerrada por ahora. Quién sabe cuánto vaya a durar así, pero no le molestó haberse ido tanto tiempo. Cualquier cosa que tenga que decirnos está allí dentro y no saldrá pronto. Entretanto, nos miramos de vez en cuando por unos segundos antes de volver la mirada a cualquier otro sitio, esperando a ver quién se disculpa primero.

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Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”. No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas. Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Estudia la carrera en Artes Visuales en la FAD. UNAM y al terminar el Diplomado en Ilustración en la Academia de San Carlos, se dedica a esta labor.
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