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Viaje al chiclocentro

Treparse al bote, alzarse, moverse, cambiar de laredo, partir, pisarse al viento. Bajar en la siguiente esquina, arreglar una llanta, burlar la ola, alcanzar altura. Agitar la mano, llegar puntual, registrar maletas, comprar llaveritos, pescar una infección. Convertir la moneda, usar lentes oscuros, no olvidar el rollo de papel, robarse los jabones.

Somos de todas partes, si no para qué nacimos. Si me ves me besas y te pongo casa o depa en mi corazón de condominio. Aquí, donde cualquiera que quiera entrar se queda. ¿Güera, si me muero quién te encuera? ¿Que en tu país no hay Bimbo? ¿Cómo le dicen a la Coca Cola?

No soy de aquí, ni de tu colonia (sin albur), pero en Acapulco y Puebla entro como Peter por su casa. Todo es más barato (menos la combi, pero vale la pena la excursión). No me acuerdo de si cerré las llaves del gas. No recuerdo dónde era la salida.

Una arena finita finita, como la de Cancún, ya ves que la mandaron traer de China. Y unos culos… Primero el repelente, luego el bronceador y un tatuaje de henna. Y no niegues que vienes del defectuoso. Aquí grabaron la de Gladiador. Acá es donde dejan chupar adentro del metro y hay unas pinches güerotas. Sí saben distintos los Marlboro; llévate unas tres cajas. Eso es lo mejor de este pedo: abrirse la mente, ¿cambiar de aires, no? ¿Para qué me quedo en la casa? El quehacer no se va a ir.

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Escritor. Editor y librólogo de lunes a domingo, trabajo desde el balconcito de mi casa, al lado de las dueñas de mis quincenas. Escucho música todo el día y como a mis horas. No me gustan las mascotas que puedan dejar pelos.

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