Echo de menos tus saltos y ladridos
y casi por nada hoy vengo a afligirme.
Veo que pasas la vida mordiendo,
mirándome como un ser igual que otro.
Dormitas conmigo en las madrugadas
y cuando me despierto, eres el primero
a quien veo, antes que a mi madre o
a mi padre.
Tú mi hermoso Otis no sabes nada de la vida,
no sabes por qué los hombres se afligen
al mirar a lo lejos el rojo del ocaso, o los ojos
de algunas mujeres, o el vidrio rayado del parabrisas.
Besas a todos como un borracho,
me acompañas al mercado y comemos
a turnos los panes hechos a horno de leña.
Eres virgen e inmaculado mi querido Otis,
cómo quisiera poder decir de mi lo mismo,
así podría tomarle de la mano y escribirle
con el corazón escupiendo a borbotones
y tener la seguridad que no terminaremos
en la tierra, penetrándonos, dándonos
y sabiendo por un momento que somos
inmortales.
Pronto vendrán mis amigos extraños,
ella se ha perfumado y puesto el mejor vestido,
Apresúrate Otis, ya están en la puerta,
ládrales como si vinieran a robarme el alma.