Lo vi desde mis mañanas de niña iridiscente.
Tendrá los días exactos, las manos amables, el abrazo etéreo.
Va a oler a lo que huele un armisticio. Sabrá desenredarme del tiempo.
Me hallará derramada de preguntas. Lo entenderé desierto de palabras.
Se dormirá el terror nocturno en la curva de su beso.
Nos seremos.