Ser conejo es fácil. ¡Chomp, chomp! No hay tragos caros, ni hangovers. No hay preguntas después de one night stand: ¿Alcancé a venirme afuera? No hay jefes estúpidos, ni nasty costumers. ¡Chomp, chomp!
No hay despedidas abruptas. Tampoco taxis a medianoche con el acelerador al fondo para no voltear. ¡Chomp, chomp!
No hay calvicie a los 40 o, peor aún, a los 30. Ni caídas de huevos. Ni silencios incómodos en el lobby de una clínica abortiva en San Diego. La vida de un conejo es fácil. ¡Chomp, chomp!
Nadie te pregunta si ya le pagaste a Hacienda o cuándo fue la última vez que fuiste al dentista. ¡Chomp, chomp! No hay huecos en el alma, ni blueballs. No hay disgustos ni patrones edípicos. No hay fake MDMDA, ni falsos high school’s poppers. Nada. Lo único difícil en esta vida es soportar la estupidez humana. ¿Quién carajos les dijo que sólo con zanahorias se nos quitaba el hambre? ¡Chomp, chomp!