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Lejos

Hay un hombre al que me gusta mirar. Lo encuentro casi siempre a la hora de la comida sentado en una de las bancas del parque que dan a la avenida. Extremadamente quieto, con la boca entreabierta y una sonrisa milimétrica, parece no inmutarse por la muerte de las palomas. Ahogado en sus pensamientos, recrea con la mirada una y otra vez la forma en que el cuello avícola se quiebra y los órganos se despiden del abdomen. Parece revivir cada vez que las aves bajan por la comida que les tira al medio de la calle.

Lo hace a propósito, sé que le gusta ver cómo mueren por su culpa. Le encanta sentirse culpable. Lo disfruta como nadie, en silencio y con una carcajada presa en el esternón.

Goza matando lo que vuela y viaja. Cree que de esa forma mata distancias.

 

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Tras ganar su primer premio en efectivo, cambiarlo por brandy y cerveza y beberlos con sus rivales, descubrió su pasión por las letras y que la sopa en realidad sí es un buen alimento ...
Ilustradora. Experta en llegar a casa sin dobladillo, hacerla de pepenador y mantener todo en absoluto desorden. “La Muñeca” (mote familiar que ganó al nacer por su tamaño convenientemente particular), se inclina por las artes gracias a los monos de perfil con grandes narices de su padre y a la famosa “libreta roja” de recortes y canciones su madre. Su incapacidad de recrear lo real nace a partir del “Alacrán, cran, cran” cuando, en lugar de una imagen, su madre pega uno real… Hace ilustraciones para revistas, libros para niños y de vez en cuando una que otra escultura con chicle o tela.
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