La pequeña grabadora grabó hasta el último rincón de la cinta.
Aquella canción sin letra y sin afanes, que no hace más que celebrar la vida, se cortó antes del final.
Clasificó muchas canciones que se grabaron a momentos, que se convirtieron en tesoros de pocos corazones abiertos.
Con buena letra y especial detalle, marcó título por título este legado que se desvanece melancólicamente como el uso del lapicero.
Todas, canciones que perdieron sus letras y sus notas. Todas, historias que en su último momento no tuvo tiempo de pasar frente a sus ojos.
Toda su vida que se convirtió en vacío.