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Como cada mañana

Hoy el sabor era profundamente ácido. Mis papilas gustativas se inflamaron al percibirlo, queriendo atrapar cada una de las partículas que componían esa sensación, para desmenuzar todos los elementos hasta llegar al origen del sabor. Mi lengua se ayudaba de mi nariz para complementar la experiencia.

Fue como si un rayo golpeara justo en el centro de mi frente y bajara por toda mi médula espinal. El fluido era más espeso y no tan dulce como en días anteriores. Lamí todo lo que pude —primero lentamente—, estableciendo un ritmo, un patrón, degustando el líquido que poco a poco se iba haciendo más abundante y espeso. El olor empezó a ser también más penetrante, despertando las sensaciones dentro de mí que aún se encontraban aletargadas.

No me concentraba en un solo punto. Lamía por momentos tus ingles para bajar lentamente hacia tus labios, rematando en el clítoris. Metía y sacaba la lengua de tu vagina delicadamente. Después de unos minutos despertaste a medias y sentí tu mano posarse en mi cabeza, atrayéndome todavía más. Dejaste escapar un suspiro y vi cómo te mordías los labios con los ojos aún cerrados. Esa era la señal para intensificar el ritmo, para no detenerme. Me concentré en tu clítoris, chupándolo y lamiéndolo. Apretaste mi cabeza entre tus piernas y eyaculaste en mi cara, empapando mis labios y barbilla.

«Buenos días, hermanito», me dijiste con esa sonrisa de complicidad que sólo yo conozco.

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Escritor. Es padre de una pulga atómica y huérfano de un niño que era demasiado bueno para estar en este mundo. Ateo por convicción y no por moda a pesar de la insistencia de el Diablo por acercarse a Dios, consumidor compulsivo de música y lector voraz por temporadas. Actor truncado convertido en pseudo-cinéfilo que evita las películas sin contenido, disfruta de las comedias ácidas y rehúye el cine gore. También disfruta de aquellas comedias románticas en las que todos son felices por siempre jamás (iluso). Tiene noches de insomnio involuntario, sobre todo cuando el peso de la vida le parece excesivo para llevarlo sobre sus hombros. Paciente rebelde que tiene miedo de tomarse las pastillas (cree que pueden volverle una persona cuerda). Rockstar frustrado, y escritor que vierte lo que piensa y siente en cualquier papel que se le ponga enfrente. Si les interesa conocerlo, amarlo, odiarlo, despreciarlo, etiquetarlo, felicitarlo o consumirlo, sólo tienen que leerlo.
Tras ganar su primer premio en efectivo, cambiarlo por brandy y cerveza y beberlos con sus rivales, descubrió su pasión por las letras y que la sopa en realidad sí es un buen alimento ...
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