Cada cabeza es un bosque, un escondite. Corre a refugiarte cuando las ansias te han comido, cuando necesites escuchar tus silencios o cuando las horas por la noche te permitan transitar entre los árboles del sueño.
Invita a tu bosque a quien entienda tu lenguaje, cobíjalo con tus hojas secas y enséñale esa vida paralela donde tu exterior hace eco con lo interno de tu cuerpo y donde podrás encontrar la paz.