Tú crees que estoy sola. Sola. Sumida en un torbellino de angustia. Aterida e indefensa, penando porque tú no estás. Tú crees que tiemblo, que la borrasca me oscurece, que mi piel te pide porque no hay manera de entibiarla. Tú crees que este vientre, estos senos, estas manos horquilladas no conocen más el calor del sol. Tú crees que la pena arrastra y su torbellino lo arrastra todo.
Quizá tengas razón, pero muerto no guardas más temperatura que yo.