Son las diez de la mañana, está nublado y llueve. Yo sigo aquí, pensando que no vale la pena levantarme. Siempre pienso lo mismo cada vez que abro los ojos y siento que debo salir, hacer algo con la vida; allá afuera, en el mundo donde viven los otros.
Pronto desisto, jalo las cobijas y vuelvo a mí mismo.
Creo que ya son más de cuatro días sin comer ni fumar, sólo pequeños tragos de agua de la polka del buró.
También llevo cuatro días sin dormir, cierro los ojos por horas pero no duermo.
El sol ya no sale nunca, o será que se olvidó de este ínfimo espacio en donde me refugio lo más posible de la vida de los hombres. Yo soy uno de ellos, pero no, no lo soy.
Ya no es mucho lo que siento, pero antes hubo dolor, mucho miedo, así fue como acabé aquí, frente a una ventanita por donde veo pasar los pies de la gente. Supongo que no me queda mucho tiempo; frío, es muy frío esconderse bajo la tierra.