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Muerto estarías más frío

Mientras el sudor me recorre el cuello y casi gotea de mis sienes, te veo ahí, dormido. Roncas como un animal bocarriba con toda la carne al descubierto, nunca he sentido más asco ni tanta envidia como en este momento.

El ventilador descompuesto y el aire denso que apenas corre por las ventanas. Se derritió el hielo y el agua está tibia. Este calor infernal que no acaba, que no baja, que no cede…

Saco la cabeza por el agujero que se hace entre la puerta y la pared. No hay aire, nada fresco. La desesperación comienza a apoderarse de mi cuerpo ya deshidratado, de mi piel cansada y desabrida, de mi lengua partida y mi boca seca.

Tomo el ventilador de pie que está junto a la cama y sin pensarlo, sin dudarlo un solo segundo, lo empuño y comienzo a golpear tu cabeza sobre la almohada. Las hojas del ventilador cortan tu piel y resbalan como cuchillo por el sudor que sale de los poros inmensos de tu cara.

Un golpe tras otro terminan con tu sueño. Sigue haciendo calor pero ya no roncas, ya no duermes; ahora sangras y estás inerte, eres un animal sin vida, un cuerpo frío.

Me acuesto junto a ti y poco a poco el calor desciende.

 

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris.

La Avinchuela mágica.

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