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¿Conectamos?

Un galán de mente un poco antigua buscaba algo de marcha: tragos, música moderna y una linda chica para bailar. Dos pares de ojos muy redondos se iluminaron cuando el tipo del moñito entró al club.

«Sonríe», dijo una a la otra, «esta noche podríamos tener suerte».

Engominado y oliendo a perfume de lavanda empezó su caminata hacia la barra. «Un París de noche, por favor».

Elvis Presley sonaba en la rockola y mientras le servían su trago echó un vistazo para revisar la variedad en la tlapalería. Ahí estaban dos lindas clavijas con pestañas muy coquetas, tratando de ligarse a aquel donjuán.

Al verlas dudó un poco en acercarse: cómo escoger solamente a una para bailar; sus clases de baile para principiantes aún no le daban para hacer un trío. Y qué tal si al pedirle a una que fuera su pareja, la otra se ofendía.

Lo que él no se había imaginado es que las clavijas estaban buscando algo más que sacarle brillo a la pista. «Hola guapo, ¿qué tal si nos invitas una copa?».

El enchufe se puso a sudar, no sabía cómo iba a hacer para tomarlas de las manos y girar con las dos al mismo tiempo. Imaginó toda la rutina en su cabeza, pensando qué mano debía sujetar primero, dónde poner los pies para evitar un machucón. Y si al dar la vuelta se daban toques, entonces tendría que marcharse quedando en vergüenza frente a todos los presentes en el bar. «¿Qué dices si después de un trago nos llevas a dar una vuelta y conectamos?».

El pobre enchufe quedó pasmado y lo único que resonó en sus oídos fue la palabra “vuelta”; visualizó de nuevo la rutina y la penosa escena en la que él terminaba cayéndose al piso con las clavijas lanzándole insultos por ser tan torpe. Era imposible hacerlo con las dos al mismo tiempo. No quería verse como un tonto sin experiencia, así que decidió mejor hacerse el interesante y dejar a la pareja eléctrica con las ganas.

«Lo siento mucho, muchachas, yo no bailo con gemelas».

Como si él fuera el ofendido, salió en busca del siguiente bar.

La canción de Elvis terminó y, sorprendidas, las clavijas regresaron a la pared a esperar al próximo galán con un poco más de audacia y flexibilidad.

«Esto de ofrecer corriente cada vez es más complicado, tal vez tendríamos más suerte si pudiéramos separarnos».

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Escritora. Bruja de oficio, cocinera de palabras por accidente. Cambio de color todo el tiempo porque no me gusta el gris, un poco sí el negro, pero nada como un puñado de crayolas para ponerle matiz al papel. A veces escribo porque no sé cómo más decir las cosas, a veces pinto porque no sé como escribir lo que estoy pensando, pero siempre o casi siempre me visto de algún modo especial para despistar al enemigo. Me gusta hablar y aunque no me gusta mucho la gente, siempre encuentro algún modo de pasar bien el tiempo rodeada de toda clase de especies. El trabajo me apasiona, los lápices de madera No. 2 también; conocer lugares me fascina y comer rico me pone muy feliz. Vivo de las palabras, del Internet y de levantarme todas las mañanas para seguir una rutina que espero algún día pueda romper para irme a vivir a la playa, tomar bloody marys con sombrillita y ponerme al sol hasta que me arda la conciencia. Por el momento vivo enamorada y no conozco otro lugar mejor. El latte caliente, una caja de camellos, una coca cola fría por la tarde, si se puede coca cola todo el día, y un beso antes de dormir son mi receta favorita para sonreír cuando incluso el color más brillante se ve gris.

La Avinchuela mágica.

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