En el recuerdo se instala un día, una memoria, opaca y turbulenta, extendida, desordenada, como todo recuerdo. Se escucha, siempre, un estribillo. Will tear us apart again. Y recuerdo la tarde en que nos sentamos a ver la tarde, a verla moverse sobre nosotros y los muros y el polvo y la ansiedad. La banca del parque abandonaba paciente el calor celosamente acumulado durante el día; el pasto recuperaba su dignidad después del tropel de los perros; la brisa, arrogante, comenzaba a llamarse viento. Entonces cayó una lluvia delgada que traslucía esa misma tarde (quizá otra, más pronta o más luminosa, pero no puedo saberlo) y nos miramos tan estrechamente que parpadeabas con mis ojos.
Nos levantamos, sí, y caminamos serenos a casa. Apenas atravesamos el umbral y volviste a hundir tus ojos en los míos, y también tu beso, y tus dientes en mi hombro. Se nos perdió la tarde entre nubes oscuras. Apart. Se nos escondió el hambre que no fuera de labios.
Y mientras conciliabas el sueño, y te estirabas por fin bajo la sábana, ya vislumbraba la claridad de tus ojos afligidos, las heridas que pendían sobre nosotros, deslizándose hacia el momento en que corte amarras.
Again.