Era de pocos amigos y ahora traía a uno en la cajuela. Se estacionó.
–Un café muy caliente.
–Hola, muy buenas tardes. Claro, con gusto, ¿de cuál?
–Del que se toma.
–Claro, ¿pero de cuál?, tenemos de todos los que están en el tablero.
Leyó alguna palabra en voz alta: Express.
–Claro, ¿lo quiere doble o sencillo?
–Normal, quiero un café caliente, ¿crees que puedas ayudarme con eso?
Caminó hacia el final de la barra. Recogió el vaso, leyó lo que la cajera le había escrito: «hombre del saco manchado».
Sin voltear caminó al baño y miró el saco. Una mancha roja en la solapa que delataba todo. Ahora ellas lo sabían.
Salió del baño con el saco en la mano, se volvió a formar y pidió de nuevo un café, pero ahora con una sonrisa y una propina generosa. Se sentó desde donde podía mirar al mostrador. Se dedicó a intercambiar todas las miradas que pudo con las chicas del café, las invitó a cenar. Ambas accedieron a subirse a ese auto de lujo con la promesa de una noche inolvidable.
–Casi no hago amigas, pero ustedes se parecen tanto a mi hermana que no pude evitarlo.
Él era de pocos amigos, pero estaba seguro de que al terminar la noche tendría a tres de ellos en la cajuela del auto.