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Tormenta

En medio del espectáculo aparece con el rostro más claro que sus talones, la delgadez de un pañuelo amarillo y la sonrisa de corcho de botella. En medio de la nada o de la pista… da igual.

Ella está ahí –de pie–, esperando la orden del domador de aves que con un silbido tierno y lento hace que todo el lugar quede en silencio. En ese momento la mujer comienza a iluminar la carpa. Desde el centro se proyecta una luz tan incandescente como la de diez antorchas y, moviendo la cabeza con el ritmo de una canción de cuna, la joven mueve los brazos hasta lograr que sus dedos parezcan las ramas de un árbol nuevo y transparente. La luz crece y crece, y arroja destellos como si el sol se reflejara sobre un espejo gigante o un artefacto metálico de ancestros y de dioses.

Es entonces, en un segundo o menos, que una pequeña ave sale del nido rojo y amarillo con una elegancia estelar y una belleza entrañable. Así nacen una y otra y veinte aves, hasta formar una parvada que responde entre sí como un cardumen en medio del Mar Rojo. Eso, es eso: un océano que poco a poco inunda las butacas y las pequeñas bolsas de papel con palomas blancas o envases de refresco de limón.

Y de repente, con un silbido del mismo tono que un farol en medio del mar en plena tormenta, el torbellino de calor se vuelve lentamente a la forma de un pañuelo de colores que regresa a golpear –o besar, no se distingue– la cara de la dama que ya no es niña, sino una mujer de maquillaje celeste.

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Escritor. Editor y librólogo de lunes a domingo, trabajo desde el balconcito de mi casa, al lado de las dueñas de mis quincenas. Escucho música todo el día y como a mis horas. No me gustan las mascotas que puedan dejar pelos.
Ilustradora. El color es una constante en mi trabajo. Algo tan cotidiano, para mí se transforma en un algo único, ilimitado, sin horizontes visibles, en algo infinito que puede introducirse en un formato simple como el papel. Desde mis emociones más íntimas hasta mis estados de ánimo están contenidos en los trazos, los únicos a los que no puedo mentir ni engañar. De ahí que cada pieza tenga un énfasis particular en cada trazo, en cada mancha, en cada rayón, en cada línea, aunque tengan la apariencia de un accidente. Cada accidente está premeditado. La experimentación con los materiales es otro recurso que uso para destacar detalles. No tengo un tema específico pero me gusta dibujar mujeres y gatos o un híbrido de ambos; la mayoría de las veces dibujo lo que imagino. Todas mis ilustraciones guardan una parte de mí: en ocasiones, secretos e historias no contadas, sueños e invenciones de personajes que no podrían existir en otro lugar más que en mis trazos y mente. Sin embargo, todas están siempre abiertas al público para dar pie a que cada espectador pueda crear su propia historia, sus propios personajes, para que inicien una nueva narrativa. A la edad de 24 años, soy egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas –de la Licenciatura de Diseño y Comunicación Visual– y de la Academia de San Carlos con un Diplomado en Arte Contemporáneo. Actualmente me dedico a la ilustración y la docencia.
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