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Flotando

Casi siempre, de un tiempo para acá, viste de negro o de gris. Va con los labios rojos encendidos. Su cabello lacio y los ojos levemente rasgados detrás de sus lentes cuadrados brillan entre la sorpresa y el tedio que le causa a veces el mundo. «Me da hueva», dice con frecuencia. Sólo necesita una ocurrencia mía, alguna pendejada de esas que digo a veces, para soltar la carcajada. Reímos hasta que nos duele la panza, y volvemos a reír cada que recordamos que nos reímos hasta que nos duele la panza. Juro que cuando ríe hasta su ropa negra se hace de colores y las pecas que tiene en la cara se notan más que nunca. Y esa manera de hacer las cosas, tan suya, tan a su ritmo, hace que el tiempo del mundo se avergüence por imponerse en los relojes. Ella hace lo que quiere, como quiere. Ella es su propia época. Juro que mi vida cambió cuando la conocí, que ser parte de su vida hace que la mía sea mejor.

Hace rato estuve con ella. La veía. Con esa calma que se le dibuja en la cara, sus brazos flotando en el aire y los pies como si el suelo quisiera besarle los pasos. Con ese amor con el que se acaricia el vientre…

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Escritora. Mar de nervios en esta carne contrahecha. Sentir, sentir, sentir. Y de ahí pensar. Y así decir. Y en todo eso vivir. Vivo colgada de la parte baja de la J en la palabra ojalá.

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