Imagino que el sol se está pudriendo
dorado y silvestre arriba de nuestras cabezas,
habla de mi interior mejor que cualquier brujo.
Aterriza sobre los autos dibujando un corcel en la ventana.
Ahora mi padre se levanta para seguir haciendo rico a los restauranteros,
mi madre se quiebra de dolores entre Júpiter y Capricornio
y mi hermana dibuja. Yo espero en Bogotá.
No leo lo que escriben mis contemporáneos,
están atrapados en un sexo que nunca tienen
amplias y seductoras caderas de colegialas y dibujos sobre eso.
Cuerpos animales de una ciudad que olvida a sus perros,
niños-bancos de órganos, prostitutas-niñas-indígenas,
albañiles que han visto la luna y enfrentado una multa
por la santa cruz, hermosas islas de países exóticos,
benditos decapitados a los pies del Tepeyac .
Europa desdentada por el hambre, Asia redentora y África en coma.
Masturbaciones en cajeros automáticos y marchas contra la violencia
quemando a la ciencia liada y con olor a autista.
Y yo qué hago, qué hago en este remolino de imbéciles
de buena voluntad. Qué hago si sólo quiero quedarme a mirar
el sol con las hormigas entre las patas de las moscas, Tarumba tengo ganas de volver.
Bogotá
No pares, ¡sigue leyendo!