El perro de mi vecino me parece un animal muy estúpido y, sin embargo, sumamente afortunado. Qué lugar común, lo sé. Pero esta sensación no tiene nada que ver con la originalidad o con la carencia de recursos que pueda tener, es otra cosa la que me preocupa: este animal de verdad es tremendamente estúpido e inmensamente afortunado, sin lugar a dudas: le está vedado el razonamiento que pueda ayudarle a resolver sus conflictos. Por mencionar un caso, jamás podrá alcanzar al pájaro que reposa en esa rama, a unos metros de altura. Le ha ladrado toda la semana y no ha logrado descifrar una manera de acercarse, ya sea para jugar con él, ya sea para comérselo. La fortuna es que no entiende su situación de una manera compleja, no busca motivos, no trata de cambiar nada y quizá, en el mejor de los escenarios, un día se canse y deje de perseguirlo. Afortunado imbécil. Es probable que, de soltarse del lazo que lo detiene, su ánimo cambie y entonces arremeta contra su realidad impulsado por un espíritu diferente. Incluso, podría dejar de perseguir a ese pájaro imposible, pues las amarras nos determinan más de lo que queremos aceptar, estemos o no conscientes de ello. Pero qué fortuna la de este perro imbécil: su lazo es un lazo y nada más. Si tuviera los ideales que tengo, si se culpara a sí mismo por su lazo como yo lo hago. Si amara como amo.
Músico, escritor, lector, cinéfilo, melómano, hijo, primo, hermano y amigo nacido en la ciudad de México un hermoso y soleado miércoles 29 de febrero de 1984. Gusta de todas las formas de la imaginación y del humor sin discriminación alguna. También disfruta ocasionalmente de una buena novela policiaca. Sostiene que la escritura literaria es una búsqueda donde la voz del escritor debe ser la única constante. En alguna reunión llegó a afirmar: “Puedo suscribirme a cualquier corriente de pensamiento, siempre y cuando sea lo bastante corriente”.
No ha recibido ninguna distinción literaria, pero ha otorgado dos títulos de “Abuela Honoris Causa” hasta el momento. El primero a Susan Sontag por su labor crítica y, sobre todo, por esta fotografía; el segundo a Wisława Szymborska por su obra poética y por la persona que imagina detrás de esos poemas.
Participó en el proyecto de investigación de literatura policiaca “Crimen y ficción”. Actualmente escribe una columna mensual de cine para la revista Síncope, mantiene el blog “Antología (no tan) arbitraria de textos” y toca la guitarra en la banda mexicana de swing Cotton’s.
Ilustrador. Lo que nos da la propiedad de reyes o reinas es la vida misma y el hecho de que la vivamos personal e individualmente aun cuando sabemos que somos parte de un todo, aun cuando en los momentos más oscuros nos consuele saber que nuestras oscuras preguntas estén en la mente / espíritu / alma / esencia de otros.
Esa virtud innata de vivir es fuertemente enriquecida con la virtud de dar vida, de ser nosotros mismos canales para la creación de nuevos mundos que se impongan a la cuestionante y finita realidad.
Es allí donde creo confluir con este proyecto de creación colectiva, donde los ríos se cruzan aumentando su caudal para simplemente seguir irrigando (sí, también, por qué no, hasta llegar al mar).
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