Una incógnita de motas luminosas, de gestos que descubren quién eres con lentitud, sin la prisa que lleva el presente. Ese es tu rostro.
Al amanecer despierta incierto, inseguro, aleatorio e impreciso, borroso como el tiempo de tu ausencia.
Pero hoy estás frente a mí, clavándome tus ojos planeta, sometiendo mi cuerpo a fuerzas opuestas, y lo atraes y lo alejas, lo abandonas en el frágil equilibrio de quien camina sobre una cuerda.
Entonces me levanto y ando, y ando sin temer y temiendo, sin perderte de vista, pendiente de la posición de tus dedos, de tu siguiente paso.