¿Qué tipo de marinero sería yo si aventara por la borda este trofeo? Quizás no es la mejor mujer del universo, pero mordió el anzuelo. Eso debería de bastar, ¿o no? Que me amara.
Pero no. Este deseo que me exige un pez más gordo, más inteligente, de mejor figura. ¿O qué chingados quiero? ¿Para que aviento mis entrañas al mar si no estoy dispuesto a aceptar la responsabilidad de quien sacrifica su vida a través de la boca?
Es inútil razonar. Sólo tengo un corazón disponible. Y aunque quede mayugado después de esta nueva ronda de espera, caza y rechazo, debo rescatarlo para seguir pescando. Que mi deseo siga flotando en el vaivén del mar. Sin saber si alguna vez habrá presa que lo sacie.
Y así desgarro a una más, de la boca a las branquias. La devuelvo al mar con dificultad para respirar, con el rostro irreconocible. Eso sí, en aparente libertad.
Sólo tengo un corazón.
Lo aviento al mar una vez más.
Sólo queda esperar pacientemente.