Oí a lo lejos el escandaloso cencerro de esa vaca, de esa pinche vaca de pestañas enormes y de ubres colgadas.
Y dulces.
La bestia se me acercó. Hice una mueca de fastidio y ella hizo una mueca incomprensible. Se acercó más y me untó su baba espesa y herbácea, me impregnó su olor a flor y a caca al aire libre, a campo, a nube arriba, a calor de invierno y a travesías encantadas, a lejano abrevadero, a coz, a cópula animal, a ordeña, a leche, a carne, a alimento, a cornada.
Se me acercó un poco más y no pude evitar prometerle que un día de estos le compraría un rancho.