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Amalgama

Lo que pasa cuando un cuerpo choca contra el piso árido del mundo: al estrellarse queda roto, esparcido.

Las dos partes más grandes tardaron algún tiempo en recuperar sus extremidades y, cuando lograron reintegrarse a sus estructuras óseas, se observaron y comprendieron las diferencias exteriores de sus propias naturalezas.

Mujer y gato acordaron la separación para tomar direcciones contrarias; pero al tiempo, la humana extrañó los instintos del animal y éste, la cavilación de ella. No se podía ser sin uno ni otro. La impulsividad siempre era saboteada por la reflexión lógica, primera inhibidora de las impresiones; la distancia-amor-distancia carecía de sentido ante el sujeto a confundir si no se había racionalizado con anterioridad el objetivo de llevarlo a ese estado. El felino y la mujer se necesitaban en una compleja relación simbiótica, o morirían.

Emprendieron su búsqueda.

Se supieron seguros cuando se encontraron, a lo lejos, desde sus propios bordes.

El fondo del precipicio reclamó sus cuerpos: los rompería de nuevo como todas las veces pasadas.

Lo desoyeron, como siempre, y corrieron a gran velocidad para tener un salto altísimo.

El tiempo les concedió unos instantes cuando los miró abrazarse, antes de la ineludible ley de la gravedad.

Escritora. Cafeinómana, observadora, insomne. De ser trapecista caminaría todo el tiempo por las orillas.

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