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Apología de la confusión

I.
Últimamente discutíamos por todo. Hablábamos de nada.
Nos contábamos una y otra vez aquellos pasos mal dados, las vueltas a una cuadra por la que ya habíamos pasado, como si los errores nos confirmaran que a pesar de llegar al destino deseado éramos un caso perdido, un par de sujetos sin tiempo conjugado.

II.
Howard Gardner clasificó la inteligencia en 8 grandes rubros. Yo, por ejemplo, no tengo nada de espacial.

III.
A lo lejos reconocía tu cabeza. No me hacía falta verte de frente para adivinar que a 5 personas de distancia estabas tú.

IV.
Líneas y figuras geométricas haciéndole de cuadras, colonias, delegaciones enteras, me revuelven la cabeza, multiplican mis referencias, aumentan de una a cientos las posibilidades del «usted está aquí».
Los mapas son la posibilidad latente de perderme a gran escala.

V.
Cada que uníamos nuestras manos mi imaginario infantil se disparaba, los triángulos se expandían, adquirían líneas, se hacían rectángulos, icosaedros inalcanzables.

VI.
¿Has regresado al puesto de taquitos? ¿Sabrías decirle al taxista cómo llegar a tu nuevo departamento?

VII.
En este momento ya no recordaría en qué cuadra darme vuelta. Nunca fui buena para ubicarme. Sentirme perdida fue una buena señal.

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Escritora. Escribe para no olvidar(se). Escribe recordando que las letras divagan entre libros e imágenes, por eso se apresura a aprehenderlas. Escribe porque le atraen los instantes. Escribe porque le desespera esperar. Escribe aunque su letra sea todo menos bonita.
Escritor/Ilustrador. Diseñador gráfico alma vendida, hedonista de bolsillo vacío, activista de la pereza y los vicios solitarios, nacido en tierra de nadie Santiago de Cali, prosperó en la vida alegre y fue criado en modo experimental, casi como un hámster de ritmos tropicales, con la ternura y los dientes necesarios para dar un par de puñaladas de cariño y el justo pelito afelpado de la embriaguez. Cree que el juicio es una trampa, la cerveza es una dicha y el humor confunde al tiempo; cree que el dinero es para los amigos, los genitales para el viento tibio y un vaso de licor con hielos para mantener el equilibrio en cualquier ocasión que valga la pena. Dibuja desde siempre, con disciplina de borracho -tinta y mugre- y nunca termina nada, no sabe de finales ni de principios ni de la ciencia exacta del éxito. Pero sabe caminar por ahí, encontrando compinches que han iluminado las vueltas de su vida, y le escuchan sus teorías de viejo impertinente, iconoclasta y prostático, a cambio del poco tiempo que nos queda. Amén.
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