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Contra tiempo

De un tiempo a la fecha, el árbol de la esquina crecía hacia fuera, sus raíces sobresalían de ras de piso.

Muy por debajo de esa tierra y esa cuadra, las reminiscencias de la antigua Tenochtitlán brotaban entre una y otra grieta de concreto. Aún sin fuerza, esas aguas que lo rodeaban seguían buscando regresar a sus cauces.

Árbol y lago se entrecruzan.

El musgo crecía en las paredes del vecino. Todos los días casi al anochecer aquel hombre tallaba con inquisidora fuerza el enverdecido muro. Era inútil, apenas cerraba los ojos y esa sombra verde llena de una algodonosa textura emergía de los ladrillos blanquecidos.

Esa misma agua que solía alimentar a las chinampas, abastecía ahora a un pasto vertical.

Árbol, pared y concreto soportan la corriente de un universo que no deja de moverse . La gravedad de unas cuantas manos y pies que continúan forzándolos a borrar líneas, brincar lagos, evadir huecos, sin pisar tierra, sin abrir bocas, sin tocar pieles, hojas…

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Escritora. Escribe para no olvidar(se). Escribe recordando que las letras divagan entre libros e imágenes, por eso se apresura a aprehenderlas. Escribe porque le atraen los instantes. Escribe porque le desespera esperar. Escribe aunque su letra sea todo menos bonita.

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