Malco Razón no sentía como los demás. Cuando le llegaba la ansiedad, la angustia o el amor no le revoloteaban “maripositas en el estómago”, como solía decir su hermana. En su lugar, sentía pedazos de caricaturas descuartizadas que le provocaban vómitos con su cabello despeinado, o punzadas con el roce de un seno cercenado y excitado. Sufría. Sufría bastante cada que alguna emoción acaparaba sin permiso su vientre.
Malco murió de manera inexplicable. Decidieron practicarle una autopsia. La doctora que hizo los cortes encontró en su interior un manojo de ojos llorando y unas cuantas narices llenas de mocos. Sin poder contenerse vomitó sobre el cuerpo inerte un millón de mariposas.