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Dejarme ir entre los vivos

Los sueños son la representación del deseo inconsciente, pero esto va más allá. Me pasa inevitablemente todos los días: sueño con ella y no la conozco de una sola forma sino de varias. Ella cambia. A veces es rubia o morena, a veces es gorda o delgada, a veces es animal o cosa, pero sobre todo, a veces es buena o mala. Últimamente he pensado que mis constantes sueños no son la representación de mis deseos sino, más bien, que yo formo parte de las alucinaciones suyas, que al contrario mío, me alucina siempre igual; yo no cambio. Una vez en delirio, ella fue un dragón y yo su dueño, pero no hay dueño que al dragón domine, ni dragón que al dueño obedezca. Me es imposible controlarla. Sólo convertida en su humana forma tengo la posibilidad de escapar y despertar. A veces se vuelve araña y abraza con peludas patas. A veces se vuelve madre y acaricia con delicados dedos. A veces se vuelve bestia y rasguña con sus garras. A veces bien y a veces mal. A veces buena y mala. A veces sueño o pesadilla. Nunca me ha hablado, tampoco me sonríe pero sé que está feliz cuando se tapa con los dedos los oídos y brinca de lado a lado con los ojos en blanco. Ya no me da miedo como antes, que no podía moverme porque se me trepaba encima. Ahora sólo espero despertar y que ella respete mi sangre caliente y condición humana. Ya no la amo. Dicen que es posible olvidar el amor en la mitad del tiempo que duró una relación. Nosotros estuvimos casados por catorce años y mis sueños con ella comenzaron hace siete. Por lo tanto y matemáticamente, me quedan siete años más antes de que ella logré olvidarme… dejarme ir entre los vivos.

Soñador. Escritor con los ojos abiertos. Mirada en la espalda. Aprendió a vivir las calles, los buenos tacos y el sudor de las mujeres. México es un puñal clavado en su espalda.

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