Yo sé que tienes miedo,
sé que me lees y guardas todo,
sé que escondes cada cosa que te he regalado
como un tesoro. Y yo te digo: ¿para qué?
No estoy pensando en nada,
a veces cuando hablas,
juego a estar interesado, por compromiso.
No me importan muchas cosas
de ti, ni tu pasado violento,
ni tu presente inconstante. No me importas por mucho tiempo. Te lo aseguro.
Pero cuando te veo, desnuda, como una cicatriz
bajo el agua.
No puedo pensar en otra cosa,
me invade la ansiedad de poseerte,
de ordenarte,
de saber qué piensas,
luego, cuando terminamos
todo eso pasa.
Y te vuelvo a preguntar:
¿qué hora es?
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