Apenas una fracción de segundo y del cuerpecito se desprendió una luz que empezó a elevarse lentamente. Subía y subía remontando el espacio entre sublimes irradiaciones. Abajo, el caos rampante entre gritos y lamentos y varios autos desechos: Fierros torcidos, aceite, gasolina y sangre, derramándose en el asfalto.
Y mientras Carlitos seguía ascendiendo hacia las nubes, en la carretera, los gritos quedaban opacados por el sonido de las ambulancias, y a unos cuantos metros del accidente, un teléfono celular que increíblemente seguía funcionando mostraba en su colorida pantalla el letrero: «Error al bajar la aplicación, vuelva a intentarlo más tarde».