Me devoran todas las miradas que se adueñan de mi tiempo.
Los azulejos quebrados rebuscan entre el frío
los restos que mi piel ha repartido en el viento.
Las horas huecas que se esconden en mis labios
parten y transcriben caricias ausentes de tu boca.
Transparente e inmóvil permanezco ahogada en los inciensos.
Las violetas han dejado los espejos y mis ojos respiran agua del suelo,
donde tus pasos dibujados se van borrando y huyen,
desapareciendo con ellos mis anhelos.
Rotas las figuras, me rechazan las palabras.
No me quedan los murmullos y se me acaba el tiempo.
Ya no puedo (quiero) ser recuerdo y continúo pintando lágrimas
en las heridas que rasco con los dedos.