Que no mienta el oxígeno feminista,
es la espada un falo erguido para luchar,
no es un vientre.
Quiere el príncipe defender su amanecer,
pone sobre la nube su aliento mortal
y cabalga viento abajo con la lluvia.
¡No es exagerada tanta maldición!
Abrazados los unos a los otros, los hombres
hablamos de espadas, de piernas y de riñas.
Es suficiente, nos basta para hacer la guerra
un poco, no mucho;
mujeres, tierra y alcohol, no pedimos más.
Nos vamos al jardín que nadie sabe,
¿brillan los huesos de los justos
bajo la tierra?
A ladrar. Vamos todos ladrando.
Y bajo el sol un poco nos arde
y un poco nos llueve.