Me succionaste en estéreo a través de los túneles de tus pupilas y no necesité ver más que tu carita de muñeca oscura contra la pared sucia, salpicada de carteles de ese bar, para entender que no iba a querer sacarte nunca del encuadre de mi miopía.
Tu pelo era la noche underground del mas sucio rockanrrol, tus ojos eran la penumbra de los bares inciertos y punkeros del trasnocho, tu aliento era mis botas consumidas de tanto andar buscando pleito, buscándote, buscando una nena de oscuras intenciones como vos con esos labios negros como pelajes felinos de callejones olvidados.
Viste lo mismo en mi, y nos aislamos juntos, nos perdimos del mundo de la luz de la vida y las risas telefónicas, del día laboral y la música de ascensor, nos dimos al exilio negro, al exilio oscuro y nos perdimos en un bosque inhóspito, donde por fin liberé mis murciélagos en la noche de tu vientre.
Y ahí mismo me aclaraste que en realidad los había liberado al mundo, como un humo muy nuestro, y que seríamos legión.