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La culpa de siempre

De esos trayectos interminables recuerdo el olor a hierba y cebolla. Ese olor que me abría los ojos de golpe para por fin despertar.

Antes de Candelaria de los patos el metro paraba en La Merced. En aquel entonces todavía era joven y tenía fuerzas que me levantaban y me movían; creer en la vida y en una lucha para no sólo sobrevivir. Ahora ya no creo en nada aunque de pronto vuelve a mí la memoria, la cruda imagen de esa mujer que era y no era siempre la misma. La mujer de las enormes bolsas llenas de verdura. Esa mujer con las piernas hinchadas, con las venas a punto de reventar mientras yo volteaba a verme los zapatos; momento en el que mi cansancio y mis quejas cesaban por completo mientras tragaba lagrimas y me sentía el peor de los seres; el más malagradecido.

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Escritora. «Larga y ardua es la enseñanza por medio de la teoría, corta y eficaz por medio del ejemplo.» –Anónimo

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