Después de una década se sentía finalmente aceptada y contenta. El abrazo constante de su hombre y las tareas comunes de la casa se habían convertido en hábitos que sostenían indefinidamente la sonrisa de su cara. Pero ella no es como las demás y, por escondido que tuviera su concepto de futuro, el día que debía llegar terminó llegando antes que después.
El accidente fue fatal, un vecino empático tuvo la decencia de comunicárselo. Maxina se quedó de pie, sostenida en la isla de la cocina, por cuatro días. Al quinto día llegó Juliana, la hija de su novio. A Maxina, inexplicablemente, le temblaron las piernas.
Juliana llegó con un comprador de Mercadolibre y sin siguiera dirigirle la palabra a la pobre convaleciente apretó uno de los botones bajo la axila izquierda.
—Ahí está, uno de los mejores modelos que existen. ¿Cómo lo ves?
—A ver… si se vuelve Adán me lo llevo de una.
El desconocido mantuvo presionado el mismo botón y ejecutó un comando de voz.
Maxina, antes de que su memoria fuera borrada y sus nanites se reconfiguraran violentamente para convertirla en Adán, buscó en el techo un cielo divino.