Al recorrer una escondida librería en el centro, me topé con un libro anónimo titulado Breve manual de sobrevivencia para el nihilista social. Pero ¿para qué querría sobrevivir un nihilista? Fue lo primero que me pregunté e inmediatamente después, dominada por la curiosidad de lo que aquel ejemplar podría decirme, lo tomé y fui a pagarlo. Resultó que ese libro no existía en el catálogo de la librería. El librero me preguntó si estaba haciendo alguna broma o algo parecido. Le dije que de ninguna manera, que era verdad que lo había encontrado ahí. Entonces me dijo que podía llevármelo si quería o dejárselo para ver si alguien lo reclamaba; decidí llevármelo.
Ya en casa, me serví una cena digna del momento cumbre que me esperaba. Destapé uno de mis mejores vinos y, salivando como el asesino que observa a su próxima víctima, me senté en el sillón de lecturas especiales. Ya dispuesto a desentrañar las páginas del manual, nunca supe cómo, me quedé dormido tan profundamente que no pude despertar.
No sé dónde estoy ni qué siento, sólo sé que mis pies están siempre mojados; no puedo moverme, ni abrir los ojos y mucho menos hablar. Siento de pronto que algo me sostiene pero no atino a descubrir por dónde o cómo.
Vaya suerte la mía, acabar siendo sólo un espacio sin tiempo y sin salida, sin forma y sin contenido, así nomás, como en medio, como arriba, como abajo, como en todos lados y en ninguno.