Mientras usted se quita el abrigo y deja a un lado su paraguas,
le doy la bienvenida a este templo.
Verá, el templo no es muy costoso, tampoco muy modesto.
El suelo es a veces de adoquines, otras de cemento y a veces solamente de tierra.
Las paredes cambian de color y de posición según el viento,
y según Dios disponga.
Dios vive aquí a la vuelta, en la puerta verde. No le gusta madrugar así que tal vez lo encuentre después de las 11.
(Usted puede dejar su abrigo y su paraguas aquí, nadie va a llevárselo).
Como le decía, el templo es un lugar muy tranquilo, se descansa muy bien,
los sábados hacemos baños termales y tenemos unas cremas de coco que le dejan la piel muy saludable.
No se espante. A nadie le gusta el templo cuando viene por primera vez.
Algunos esperan que esto sea una fiesta, pero, ¿se imagina usted una fiesta?
Es un poco extremo.
A Dios le gusta llevarse la fiesta en paz.